Se acercan las Fiestas y empiezan los preparativos: los regalos, la decoración, el menú de la cena, el lugar donde reunirse… Y aparece la pregunta inevitable: ¿Cuántos seremos el 24?”. Y en la respuesta, aparecen, implícitamente, las “sillas vacías”, esas personas que no están y que tanto llegamos a anhelar… La persona que se encuentra lejos, la que la vida lleva por otro camino, la que elige no estar, la que se enemista, la que se lleva la muerte… Y entonces, aparece la tristeza y es que esas “sillas vacías” duelen.
Añoramos ese abrazo contenedor y prolongado que no va a llegar, ese beso no dado o que no llega…. Extrañamos la sonrisa… y los ojos se llenan de lágrimas, y entonces aparece el dolor… Pero es la realidad y es la que es y no siempre está en nuestras manos modificarla.
La Navidad es amarga para miles de personas que sienten intensamente la silla vacía de una persona amada y se acongojan cada vez que escuchan” Felices fiestas “porque en su mesa habrá una silla que no está ocupada. Sienten rabia, añoranza y el deseo no verbalizado unas veces y callado otras de acostarse el 20 de diciembre y despertar a mediados de enero, cuando las luces navideñas hayan desaparecido ya.
Para ayudar a afrontar esos días tan señalados, en los que se está con el alma rota por la ausencia de la madre, el padre, el hijo, la hermana, o la pareja que se fue, os sugerimos asistir a alguna de las conferencias sobre ese hueco que nada ni nadie puede llenar. Muchas están basadas en la conferencia que desarrolló la psicoterapeuta, Alba Payàs en 2001, cuando dirigía el Servicio de Apoyo al Duelo de Girona. La llamó “Es Navidad… y en casa hay una silla vacía”.
Ella propone planificar con antelación lo que se va a hacer en estos días, con un plan A que incluya más actividades sociales y de mayor riesgo emocional, y un plan B con más tiempo de descanso, de más intimidad. Considera que hacer esta planificación dará más sensación de control y no se estará tan sometido a la angustia de tener que decidir sobre la marcha qué hacer en un momento de desbordamiento.
Propone hacer una reunión familiar antes de que lleguen las fechas en la que, dice, es importante que participen mayores, niños y adolescentes hablando explícitamente de lo que ha sucedido y de la ausencia del ser querido: “Si no se menciona el nombre ni lo sucedido los otros pueden asumir que quien sufre el duelo no quiere que se hable de ello y levantarán un muro de silencio”. “Es importante hacer este reconocimiento desde el corazón, aunque duela y emocione. No hacerlo provocará que la familia consuma mucha energía en disimular y esconder los sentimientos naturales y humanos”, asegura.
Ante los rituales navideños, como el belén, las comidas, los regalos, los Reyes o la fiesta de fin de año, habrá algún miembro de la familia que manifestará su deseo de no hacer nada y otros, como los niños y adolescentes, que querrán celebrarlos a toda costa. Por ello, la psicoterapeuta propone pactar qué tradiciones se mantendrán y buscar una manera para recordar a la persona fallecida, que puede ser en la comida, o ante el belén o con un brindis. “Y si alguien se desborda emocionalmente, simplemente darle la mano u ofrecerle un hombro afectuoso y no permitir ni que se aísle, ni que pare el llanto o la emoción que le embarga”.
Además nosotras os sugerimos que suspiremos hondo y giremos la cabeza de nuevo, esta vez para ver las “sillas ocupadas”. ¿Las vemos? Son las personas que nos aman. Y entonces sonreímos. Esa es parte de la vida, una balanza: a un lado las pérdidas y a otro las ganancias… Así podemos proponernos brindar el 24, con lagrimas contenidas por las “sillas vacías”, y sonriendo desde el alma por las “sillas ocupadas”. Felices. Si, felices a pesar de la tristeza. Porque ser feliz no es necesariamente estar alegre. La alegría como una emoción pasajera que termina cuando el buen momento finaliza. La felicidad es otra cosa. Es un estado del alma. Ser feliz es estar en paz. En paz sabiendo que estoy recorriendo el camino correcto, el que coincide con el sentido de mi vida, el de mis errores y triunfos, con nuestros miedos y nuestro coraje… Nuestro camino, el que cada uno elige.
Anhelaremos y brindaremos hoy por los que no están, y también por los lectores de El 29 Revista, que con su acogida y su cariño consiguen arrancarnos las mejores de nuestras sonrisas. ¡Felices fiestas!