Comienza el cole
Ya hemos comenzado los coles. Digo “hemos”porque parece que lo empezamos todos. Niños y adultos. Se acabó el no tener horarios, no tener que ir corriendo a todos lados. Pero ¿por qué corremos tanto? ¿Por qué nos dedicamos a ir detrás de esa zanahoria que nos impone el ritmo de fuera? Digo esto desde el convencimiento de que es algo que nos imponemos nosotros mismos, como padres y madres, porque prima la obsesión de tener unos hijos preparadísimos que puedan competir con un mercado laboral que no sabemos como estará.
Sin embargo, los expertos nos dicen que un niño que no juega, no desarrolla su creatividad, ni las habilidades sociales emocionales básicas para desenvolverse en ese mismo mercado laboral que tanto nos preocupa.
Hace unos años, muchos niños llegaban del colegio, cogían su “bocata” y se marchaban a jugar un rato hasta que tenían que volver a hacer los deberes. Hoy sin embargo, más de uno recoge a los niños, se cambian en el coche, meriendan sobre la marcha y van directos a sus clases o actividades extraescolares… El motivo que ponemos los adultos parece ser que es “para que no pierdan tiempo”, “para que aprendan algo nuevo “. El resultado, sin embargo, a veces es nefasto. Niños con agendas repletas, incapaces de concentrarse, estresados y con dificultad para disfrutar el momento.
Por eso me gustaría proponer, por último, una reflexión que viene de la mano de Purificación Sierra, profesora de Psicología del Desarrollo de la UNED. Ella enfatiza que “el juego espontáneo entre niños es un ensayo para la vida adulta que permite desarrollar las habilidades relacionales y emocionales que facilitan una vida social sana al hacerse mayor”.
¿Qué os parece esta reflexión? ¿Imponemos nuestro ritmo de estrés a los niños llenando sus agendas con actividades? ¿Nos paramos a pensar en qué obtienen los niños con tanta actividad? ¿Qué es lo que realmente queremos que aprendan?