Efecto Pygmalion

Este efecto es muy conocido en entornos educativos, y se refiere al fenómeno por el cual cuanta más alta es la expectativa depositada sobre una persona, niño o alumno, mejor rendimiento obtendrá.

En 1964, los psicólogos Robert Roshental y Lenore Jacobson realizaron un experimento en una escuela que produjo lo que ellos denominaron “Efecto Pygmalion”. Ellos decidieron comprobar el efecto en estudiantes desaventajados y se plantearon la siguiente pregunta: las expectativas favorables del educador ¿inducen, por si mismas, un aumento significativo en el rendimiento escolar de sus alumnos?

Para responder a esa pregunta, se hizo un test de inteligencia a todos los alumnos de la escuela. Se les dijo a los profesores que aquel test era capaz de identificar, de manera muy fiable, a los alumnos que en el transcurso de los siguientes meses destacarían claramente sobre el resto de la clase; una vez procesado el test, se les dio a los profesores una lista con los nombres de los alumnos “especiales”. Lo que no se comunicó a los profesores fue que la lista se había hecho al azar, sin referencia alguna al test de inteligencia.

El mismo test de inteligencia se volvió a pasar a los alumnos a los 6 meses, al cabo del año y los dos años. Rosenthal midió el incremento del coeficiente de inteligencia entre el primer test y los posteriores, comprobando que había una ventaja estadísticamente significativa en los alumnos “especiales” con respecto al resto: el 47% de los alumnos “especiales” ganaron 20 puntos o más el coeficiente de inteligencia, mientras que sólo el 19% del resto ganaron 20 puntos o más. Esto supuso para los investigadores una constatación inicial muy importante del enorme impacto del “Efecto Pygmalion” en el aula.

Desde entonces se han llevado a cabo multitud de investigaciones sobre la influencia de las expectativas (prejuicios, pronósticos, anhelos) de los profesores tanto en el rendimiento como en la conducta de sus alumnos. Las conclusiones señalan que las expectativas del profesor es uno de los factores más poderosos en el rendimiento escolar de sus alumnos.

Este efecto también es aplicable al ámbito familiar: si tratamos a nuestros hijos como personas capaces e inteligentes, les dedicamos tiempo y les decimos lo mucho que les queremos y valoramos, seremos capaces de potenciar que sean realmente más capaces y mejores.

 

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