La difícil tarea de poner límites a los niños

¡Ésta es nuestro artículo en la revista “El 29”! Si no pudiste echarle un vistazo en su versión online, ahora puedes leerlo aquí:

Nunca ha sido fácil ser padre o madre y menos ahora. Existe un mundo de posibilidades, de información y parece que todo está más al alcance de la mano; sin embargo, parece que nos cuesta más que nunca enseñar donde se encuentran los límites,  donde se acaban los derechos y empiezan las obligaciones.
Somos Blanca Madrid y Nuria Pérez, psicólogas del “Gabinete de Psicología La Minilla” y queremos aportar  nuestro granito de arena en esta dura y difícil tarea que es la educación, así como en otros temas que abarca la Psicología.

Nadie nos dijo lo difícil que era educar a un hijo, tampoco nos dijeron que con el acceso a tanta información y distintas opciones se nos abría un mundo de posibilidades, pero también de complicaciones… y es que tener una idea clara de cuál es nuestro estilo educativo o los valores en los que queremos educarles no es tarea sencilla.

No obstante, cada vez más, se nos exige poner límites en un mundo donde parece que “todo vale”; porque poner límites no es restringir la libertad sino que es un aprendizaje para ejercitar esta responsablemente según unas normas consensuadas y establecidas en la familia o a nivel social. Los límites son medios de ayuda y pilares importantes para definir el terreno de juego, para que el niño pueda moverse en él de una forma segura y protegida haciendo sólida su autoestima.

¿Y cómo lo hacemos? Ni los padres más experimentados consiguen siempre establecer los límites necesarios para los niños. Todos en algún momento nos equivocamos, unas veces somos inconsecuentes, otras irracionales, otras muy estrictos o exagerados… Es normal que los padres desfiguren el significado del problema porque en su rabia pudieran pensar que el niño lo hace sólo para sacarle “de quicio” y no ver el conflicto de manera objetiva.

Aquí vamos con una serie de recomendaciones difíciles pero que tal vez sirvan de guía a la hora de establecer los límites:

  • Primer paso: observar el problema desde otra perspectiva para comprender el comportamiento negativo del niño. Intenta ponerte en su lugar y pensar ¿Qué le está pasando? ¿Qué es lo que le importa más? ¿Qué pretende con este comportamiento? ¿Por qué no obedece o se rebela? Hay que respetar la individualidad del niño para conseguir un buen comportamiento.

Investiguemos también en nuestra propia rabia ¿Por qué me molesta tanto el comportamiento de mi hijo? ¿Qué fibra toca o prejuicio tengo?

¿Estoy de acuerdo con su padre/madre? Es posible que no siempre coincidan las opiniones de ambos progenitores pero lo importante es que ambas opiniones se respeten y que unan las fuerzas en la misma dirección tras haber sentado las normas concretas. En ningún caso, deben quitarse autoridad un progenitor a otro, y menos aún delante de los niños.

  • Segundo paso: Busquemos un lugar tranquilo donde hablar con el niño y dar la oportunidad de que el niño hable sobre sí mismo sin que se sienta criticado ni corregido. A veces unas preguntas sensibles y hábiles consiguen aclarar el problema o hacerles reflexionar sobre cómo se puede cambiar la situación y dejarles que también ellos propongan alternativas. Como punto esencial estará que las normas sean convenientes, fáciles de entender, justas y proporcionales, realistas y realizables. Cuando no se cumpla con los acuerdos alcanzados debemos reaccionar con las consecuencias acordadas. A través de la comunicación, podremos resolver los conflictos que surjan, siempre desde el afecto, la paciencia y la constancia.

 

Recordemos que una norma no implica humillación, insulto o desprecio, tampoco reproches que hagan que el niño se sienta más acorralado y se encierre en sí mismo. No se trata de un castigo, sino de la consecuencia lógica de una “mala acción”. Por ello habrá que evitar, en la medida de lo posible, gritar al niño, ya que en ese momento le estamos enseñando que los gritos son una forma válida de comunicarse para obtener un fin.

 

Por último: dos cosas que especialmente nos cuesta a la mayor parte de los padres cumplir son elogiar y felicitar de manera sincera los pequeños adelantos en la dirección deseada y ser consecuentes con lo pactado para que a todos nos sea más fácil respetar los acuerdos.  Seamos conscientes de que los niños necesitan cariño pero también unos límites claros para sentirse seguros y protegidos, para aumentar su confianza y autonomía.PAG 7 MARZO V1

 

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