¡Nueva articulo en la revista El 29! Os dejamos aquí con el texto completo
Si tuviéramos que citar las emociones básicas del ser humano hablaríamos de seis: la alegría, la sorpresa, el miedo, la ira, la tristeza y el asco. Estas emociones son universalmente reconocidas e identificables en el rostro de los demás. Y como puedes observar, sólo dos de ellas son positivas.
Te animamos a que hagas ahora mismo una sencilla comprobación: haz una lista con las emociones que primero te vengan a la cabeza… ¡No hagas trampa! ¡¡No sigas leyendo!!
Casi con toda seguridad, comprobarás que vienen a tu cabeza más emociones negativas que positivas y es que en realidad cualquier persona tendrá mayor dificultad para nombrar emociones positivas.
La razón es sencilla, el número total de palabras de las que disponemos en nuestro lenguaje cotidiano para ambos tipos de emociones es distinto; existen muchas más palabras y matices para referirnos a las emociones negativas que a las positivas. Ahora ya lo sabes, nos cuesta más dar nombre a las emociones agradables que a las desagradables.
Pero ¿experimentamos menos sensaciones positivas que negativas a lo largo del día? Bueno, la respuesta tiene matices: somos menos conscientes de nuestros estados emocionales positivos que de los negativos y por eso tenemos la sensación de que experimentamos más emociones desagradables que agradables. Pero en realidad, experimentamos más emociones positivas que negativas a lo largo del día, lo que ocurre es que las emociones positivas son fugaces y sutiles y al no perdurar en el tiempo, nos cuesta reconocerlas y categorizarlas como lo que son, experiencias positivas que vivimos constantemente.La serenidad, el orgullo, el asombro, la inspiración, la gratitud, la ilusión, el gozo, la esperanza, la curiosidad, la plenitud, el amor… ¡Son emociones positivas! Todos tenemos muy claro lo bien que nos sentimos cuando aparecen.
Todas las emociones tienen su función para la supervivencia y aunque prefiriríamos no tener algunas emociones negativas y dolorosas estas nos pueden prevenir de peligros del entorno y tienen un valor adaptativo importante. Imagina que una persona fuera incapaz de sentir miedo en una situación peligrosa, o ira ante una posible humillación… Sin estas emociones estaríamos perdidos. Como vemos, incluso las emociones negativas nos ayudan en nuestro día a. Sin embargo, observar el valor adaptativo de las emociones positivas es más difícil.
Está claro que experimentar emociones positivas conduce a estados mentales y a formas de actuar que nos ayudan ante cualquier dificultad y adversidad. Las emociones positivas desarrollan nuestros recursos intelectuales, físicos y sociales y los fortalecen, es decir, si nos encontramos en un momento difícil nos pueden ayudar a sobreponernos e incluso a salir fortalecidos.
Tras varios años de estudio, sabemos que las emociones positivas son capaces de predecir nuestro estado de salud. Las personas que experimentan más emociones positivas tienen mejores hábitos de salud, una menor tensión arterial y un sistema inmunitario más fuerte. En un famoso estudio longitudinal realizado por la Universidad de Kentucky en un grupo de religiosas, se pudo comprobar como la esperanza de vida de las que eran conscientes de sus emociones y experimentaban más variedad y cantidad de emociones positivas era hasta diez años superior a las de aquellas que sentían menos emociones positivas. ¿No es esta una buena razón para aprender a sentir en positivo?
Como hemos visto, nuestra propia incapacidad de nombrar emociones agradables, es en cierto modo, responsable de nuestra propia dificultad para experimentarlas. Podemos aprender a reconocer nuestras emociones positivas para ser más conscientes de ellas cuando las estamos experimentando y así nuestra experiencia cotidiana se enriquecerá y nuestra calidad de vida se incrementará. Por eso, te proponemos un sencillo ejercicio para este mes.
Durante estas semanas, dedica unos minutos cada noche a reflexionar acerca de las emociones que has sentido a lo largo del día y trata de describirlas con detalle poniendo especial interés en las emociones positivas. Al final de la semana, haz una valoración sobre la cantidad de emociones positivas y negativas que has sentido.
Si ves que la balanza se inclina demasiado al lado negativo, continúa haciendo el esfuerzo de hacer el ejercicio pero esta vez detente en detalle en reconocer y definir tus emociones positivas, encontrando las palabras más adecuadas para describirlas: no tardarás en notar cómo aumenta tu capacidad de sentir en positivo.
Conclusión: es cierto que las emociones positivas son sutiles y fugaces y es fácil que nos perdamos las oportunidades de experimentarlas. Pero merece la pena hacer el esfuerzo de poner el foco en lo positivo que nos ocurre cada día. Las emociones positivas, nos producen muchos beneficios: cuando nos sentimos bien, nuestros pensamientos son más creativos, más flexibles y estamos más abiertos a nuevas informaciones, somos más generosos, somos más productivos… ¡Y además, a la larga podemos llegar a vivir más!
¡Merece la pena intentar poner el foco en lo positivo!