Cuando hablamos de conflictos en la familia, nos referimos a aquellas situaciones en las que hay desacuerdos entre dos o más miembros de la familia, se produce una situación irritante, y se experimenta la violación de los derechos personales (aunque sea de manera leve).
En general como padres, solemos tener tres tipos de respuestas en función de la situación, y de cómo nos afecte, e incluso de nuestro propio estilo de comunicación, nuestro estado de ánimo y otro tipo de variables. Estos tres tipos de respuestas ante los conflictos en la familia serían: un afrontamiento agresivo del conflicto (descargando la irritación y el malestar hacia el exterior), un afrontamiento pasivo del conflicto (escondiendo u ocultando los sentimientos de malestar aparentando que no ocurre nada) o un afrontamiento constructivo del conflicto.
En la sesión del pasado jueves de nuestra Escuela de Padres, comentamos la importancia de ser capaces de detectar nuestras emociones y sentimientos cuando una situación nos irrita, y que si vemos que estamos llegando al límite de nuestra resistencia, nos apartemos de la situación y la dejemos enfriar. En ese momento, deberíamos hacer un ejercicio de introspección, de mirar hacia dentro, sobre cómo nos afecta la situación/la conducta que genera el conflicto y que veamos qué consecuencias tiene para nosotros resolverlo o mantenerlo (evitándolo).
Debemos hacer uso de todo tipo de herramientas de comunicación para salir airosos de los conflictos en la familia. Es muy importante, que seamos asertivos y con esto queremos decir que podamos decir libremente cómo nos sentimos y lo que pensamos, que también dejemos que la otra parte se exprese. Seamos honestos y hablemos desde los sentimientos. Estamos en familia y no se trata de atacar ni castigar, sino de corregir y de aprender para el futuro. El conflicto siempre nos brinda la posibilidad de sacar un aprendizaje, algo positivo, de esa situación de tensión e irritación. Evitemos culpabilizar a la otra parte, ya que cuando nos vemos inmersos en un conflicto, somos muy dados a poner la culpa sobre la otra persona. Y hablar siempre desde el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, utilizando mensajes yo para dejar claro cómo nos afecta la situación.
Después de haber mirado hacia dentro, y teniendo claro qué sentimientos, pensamientos me genera el conflicto y qué es exactamente lo que nos irrita, debemos buscar soluciones alternativas (exponiendo cada una de las personas afectadas por el conflicto sus posibles soluciones) y respetando en todo momento los derechos personales. De esta manera llegaremos a un acuerdo (aceptado por todas las partes) y se pactarán plazos y tiempo para cumplir el acuerdo. Habrá que mirar más adelante, si hemos cumplido lo acordado, es decir, evaluar si el conflicto ya se ha resuelto y en tal caso, quitárnoslo de la cabeza.