El pasado fin de semana, asistimos a la X Reunión del GEDEPSI (Grupo Español de Dermatología Psiquiátrica de la AEDV – Academia Española de Dermatología y Venereología).
En la reunión se puso de manifiesto la alta prevalencia de sintomatología ansiosa y depresiva en personas que tienen alguna enfermedad dermatológica. Las enfermedades de la piel, son visibles a los demás, y por lo general, generan rechazo social, sentimientos de estigmatización y vergüenza, así como una disminución de la autoestima.
Algunos factores, como la edad, también influyen en el impacto en la calidad de vida que pueden tener las enfermedades de la piel. En pacientes con psoriasis, por ejemplo, se ha visto que a mayor edad del paciente, menor es el impacto en la calidad de vida. Sin embargo, en otras patologías como el acné, que cursa en la adolescencia, en formas severas, el impacto emocional es mucho mayor (ansiedad, alteración de la autoestima… incluso un 12% de adolescentes con acné moderado o severo ha dejado de salir de casa por ello). Otras enfermedades dermatológicas, como la dermatitis atópica, puede tener un mayor impacto en los padres, generándoles una reacción emocional intensa (desconcierto, tristeza, negación…). El prurito, se asocia más con sintomatología depresiva…
La relación de la piel con la psique es evidente. Hay enfermedades de la piel que pueden tener un posible rebrote por factores psicológicos y otras que aumentan la incidencia de padecer sintomatología psicoemocional. Por tanto, la labor del dermatólogo y el psicólogo/a ha de ir de la mano para contribuir a que el paciente, tenga el menor impacto posible en su calidad de vida.