Cáncer y psicología

El día 19 de Octubre se celebra el día mundial contra el cáncer de mama. Es indudable que recibir un diagnóstico de cáncer, sea del tipo que sea, es un acontecimiento vital altamente estresante, tanto para el que lo recibe, como para los miembros de su entorno familiar. Hoy queremos hablaros de la contribución de la psicología al campo de la oncología.

 

De por sí, la palabra cáncer inspira temor. Es la enfermedad más temida, por encima de enfermedades cardiovasculares. Consideramos al cáncer como incurable y es inevitable hacer una asociación entre la enfermedad, la muerte y la desfiguración, a pesar del avance espectacular en el tratamiento de determinados tipos de tumores.

 

El curso y pronóstico del proceso oncológico puede ser incierto y no sigue una pauta determinada o al menos conocida. Es precisamente esta falta de predictibilidad la que caracteriza al cáncer, de forma que la persona que padece un cáncer vive la enfermedad como una situación de estrés crónico con un sucesivo solapamiento de acontecimientos aversivos que el individuo va soportando a lo largo de la evolución de la enfermedad (Font, 1988).

 

Existen unos momentos especialmente estresantes: el proceso de diagnóstico y la comunicación de éste, el inicio del/os tratamiento/s y sus efectos secundarios, la finalización de éste y la reinserción a la vida “normal” (caracterizada por el miedo a “no poder seguir igual que antes del tratamiento” y por la incertidumbre hacia el futuro). Parece por tanto que la depresión y la ansiedad, son una reacción normal tras el diagnóstico del cáncer.

 

El tratamiento psicológico del paciente de cáncer tiene como objetivo mejorar la calidad de vida y la adaptación tanto del paciente como de los miembros de su entorno familiar (Aaronson y Beckman, 1987). Por otro lado en todo momento la intervención psicológica ha de estar integrada con el servicio de atención médica de un modo multidisciplinar.

 

Los psicólogos desempeñamos un papel que puede resumirse en tres puntos:

  1. a) fomento de recursos del paciente (capacidad de relajación, distracción, imaginación..).
  2. b) detección de necesidades psicológicas y problemas específicos del enfermo (soledad, ansiedad, miedo, ira, pérdida de interés, dependencia, depresión, insatisfacción general, insatisfacción con la apariencia física, problemas de concentración), en relación al equipo terapéutico (habilidades de comunicación, auto-control, resolución de problemas y afrontamiento del estrés) y familia.
  3. c) dar apoyo emocional. (Barreto, Martínez y Pascual (1990))

 

Es cierto que a pesar de que se siguen diagnosticando muchos cáncer de mama, hoy en día la enfermedad se considera abordable y curable en un alto porcentaje, perdiendo así su condición de estigma.

Muchos conocemos a personas que han superado la enfermedad y han hecho algunos cambios en sus vidas, han experimentado un “crecimiento postraumático” (Tedeschi y Calhoun, 1999):

  • Han mejorado sus relaciones interpersonales
  • Aprecian más la vida
  • Tienen una percepción de mayor fuerza personal
  • Son más espirituales
  • Han hecho cambios en sus prioridades o metas en la vida
  • Tienen un mayor control global sobre su propia salud.

 

El propósito con esto, no debe ser convertir a las enfermas de cáncer de mama en paradigmas de madurez psíquica, sino ayudarlas a entender y cambiar (al menos corregir) el curso de la enfermedad, mejorando su pronóstico y eso puede hacerse mediante la rementalización y mediante la reeducación emocional hacia la resiliencia: asumiendo creativamente el futuro tras la enfermedad.

Captura Octubre

La buena noticia es que la mayor autonomía, empoderamiento, control del proceso por parte de las enfermas así como los últimos avances de la oncología y de la medicina plástica-reconstructiva, favorecen de por sí actitudes psicológicas positivas y resilientes ante el cáncer de mama.

 

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